Reunidos e Invitados por la Trinidad 

Como recuerda el Concilio Vaticano II, la Iglesia es “un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (LG 4). El Padre, con el envío del Hijo y el don del Espíritu Santo, nos introduce en un dinamismo de comunión y misión que nos hace pasar del “yo” al “nosotros” y nos pone al servicio del mundo. (Informe de Síntesis del Sínodo) 

Mis Queridas Hermanas y Hermanos en Cristo,

En los cuatro evangelios, vemos repetidamente que los discípulos de Jesús se reúnen para experimentar la comunión con el Señor y entre ellos. Luego, una vez conformados con Jesús, su Maestro, son enviados al mundo para predicar, curar, expulsar demonios y, en definitiva, transformar el mundo. El Concilio Vaticano II (Lumen Gentium) enseña que esta dinámica de reunirse y ser enviados es obra de la Santísima Trinidad. 

La sinodalidad es una expresión de este dinamismo de reunión y envío (comunión y misión). Como se señala en el Informe de Síntesis para la sesión de octubre de 2023, Sinodalidad: Una Iglesia Sinodal en Misión(véase la selección más abajo): 

La sinodalidad traduce en actitudes espirituales y procesos eclesiales el dinamismo trinitario con el que Dios sale al encuentro de la humanidad. Para ello es necesario que todos los bautizados se comprometan en el ejercicio recíproco de su vocación, carisma y ministerio. Sólo así la Iglesia puede llegar a ser verdaderamente una “conversación” (cf. Ecclesiam suam 67) en sí misma y con el mundo, caminando al lado de cada ser humano al estilo de Jesús. 

Para poder servir a otros, primero debemos encontrarnos con Jesús y unirnos más profundamente a Él y a los demás. Esta experiencia de auténtica comunión nos hace pasar del aislamiento del egoísmo (el “yo”) a la comunión de la unión con Dios y con los demás (el “nosotros”). 

Continúe leyendo el último boletín del Cardenal Joseph Tobin

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