María: La Primera Discípula Misionera

Mis Queridas Hermanas y Hermanos en Cristo,

Durante el mes de mayo, rendimos especial reverencia a la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia y primera Discípula Misionera de nuestro Redentor, Jesucristo. María nos muestra con sus palabras y su ejemplo cómo debemos amar y servir a los demás, nuestros hermanos y hermanas en Cristo.

La respuesta de María ante cualquier dificultad, grande o pequeña, fue confiar en la Providencia de Dios. A pesar de su orientación fundamental a la oración contemplativa (“atesorando estas cosas en su corazón”), María nunca se muestra indiferente o despreocupada. De hecho, con frecuencia, su respuesta es actuar sin vacilar, confiando en que el Espíritu Santo se encargará de asegurar que el resultado se ajuste a la voluntad de Dios.

La contribución de María a la evangelización y a la proyección misionera de la Iglesia puede ilustrarse con una anécdota de mis días de servicio a mi comunidad Redentorista. Una de mis responsabilidades más importantes como superior religioso era visitar a mis hermanos redentoristas en países de diversas partes del mundo. En una de esas visitas, viajé a Zahlé, una pequeña ciudad situada en un valle muy fértil del este del Líbano. En el pasado, familias cristianas habían cultivado allí, pero el terrible derramamiento de sangre de una guerra civil en los años ochenta les llevó a retirarse tras los muros de Zahlé, dejando los campos a sus vecinos musulmanes.

Mi comunidad tenía una presencia allí—el Centro Cristo Redentor para la Reconciliación, el primer centro cristiano fuera de la seguridad de la ciudad. Cuando llegué, mis hermanos me preguntaron si quería reunirme con un Imán, el líder religioso de la comunidad musulmana local. Alguien había estado ametrallando una cruz que había fuera del centro, lo que hizo temer a mis hermanos y a los miembros de la comunidad cristiana local por su seguridad.

Acepté reunirme con el Imán para ver si intervenía a nombre del centro, y se concertó una reunión. El Imán local era un clérigo joven y solemne que hablaba árabe. Hablé con él en mi francés de colegial y un traductor presente nos ayudó a mantener una conversación.

Las primeras palabras del Imán fueron la fórmula del credo de la fe islámica: “No hay más Dios que Dios, y Mahoma es su Profeta”. Le contesté con la respuesta habitual: “La paz sea con él”. El Imán dijo entonces: “Pero hablaré con usted debido a Miriam (la Virgen María)”.

Continúe leyendo el último boletín del Cardenal Joseph Tobin

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