Cardinal Joseph W. Tobin

Un Mensaje de Navidad del Cardenal Joseph W. Tobin, C.Ss.R.

Mis Queridas Hermanas y Hermanos en Cristo,

Asociamos la “alegría” con la Navidad. ¿Sabemos que es la alegría? ¿La hemos experimentado últimamente?

De acuerdo al Papa Francisco: “Estar lleno de alegría es la experiencia del más alto consuelo, cuando el Señor nos hace comprender que esto es algo diferente de ser alegre, positivo, brillante… No, es otra cosa; es una alegría desbordante que realmente nos impacta. Recibir la alegría del Espíritu es una gracia”.

Cuando yo era niño en la escuela primaria, las hermanas nos dieron una herramienta muy simple—pero profunda—una herramienta para aprender lo que es la alegría. Nos dijeron que cuando deletreas alegría (joy en inglés) j-o-y, la “j” significa Jesús que siempre debe ser lo primero en nuestras vidas. La “o” significa otros que vienen en segundo lugar. Y la “y” significa para ti mismo. Coloca a Jesús en primer lugar, a los demás en segundo lugar, y a ti mismo en último lugar, y conocerás la alegría.

¿No es sorprendente cómo estos simples métodos de enseñanza llegaron directamente al corazón del asunto? Se han escrito volúmenes de filosofía, teología y espiritualidad sobre los conceptos de alegría y felicidad. Los matices que contienen son importantes, lo sé, para la plenitud o precisión de nuestra comprensión, pero lo que las hermanas enseñaron no es menos profundo. Si ponemos a Jesús primero en nuestra vida, si pensamos en los demás antes de pensar en nosotros mismos, ¡nos sorprenderá la alegría!

Jesucristo es el mayor regalo de Navidad, la fuente de todo gozo real. Él es el don de Dios el Padre, que se convirtió en uno de nosotros en todo excepto en el pecado por el poder del Espíritu Santo. Este asombroso regalo fue dado primero a María, y luego a todos nosotros, para salvarnos del poder destructivo del pecado y de la muerte. Esta es la alegría, la plenitud, de todo el deseo humano. Esto es lo que celebramos en Navidad—en la tierra como, espero, en el cielo. Esta es la época del año en la que nos importa más vívidamente el misterio de la Encarnación y la alegría del nacimiento de Cristo.

Todos los demás regalos de Navidad palidecen en comparación con este: “Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él” (Jn 3, 16-17).

El día de Navidad, y a lo largo de esta temporada alegre, estamos invitados a unirnos a María, y a todos los ángeles y santos, en un festival lleno de alegría de felicidad y paz. En el cielo, no hay lágrimas, ni tristeza, ni preocupaciones por el mañana.

Jesús es nuestra alegría (j-o-y). Cuando lo colocamos primero, a los demás en segundo lugar y a nosotros mismos en tercer lugar, todo cae en la perspectiva adecuada.

¡Feliz Navidad!

Sinceramente suyo en Cristo Redentor,

Cardenal Joseph W. Tobin, C.Ss.R.

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