Magno festejo de Corpus Christi
Así popularmente, sin perder nada de su contenido religioso-dogmático; aunque la expresión nominal completa y definitiva sea: “Solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo”. He ahí el objeto explícito de la celebración, su motivación simple y escueta. Pero el alargamiento, en lo referente al “cuerpo”, con “entregado por nosotros” y, respectivamente a la “sangre”, con “derramada por nuestros pecados”, ofrece una orientación complementaria sustancial a la celebración a tan magno festejo. Para resaltar debidamente ambos elementos, resulta imprescindible sonorizar convenientemente : “Haced esto en memoria mía”. Por la acción del Espíritu Santo aquel “pan” ya no es mero pan, es el Pan de Vida, Cristo Jesús mismo presente en realidad misteriosa bajo las “especies” que llamamos de pan y de vino simples y ordinarios: Son el Cuerpo y la Sangre del Salvador. He ahí la proclamación y adoración públicas, elemento saliente de la celebración.
La celebración, con todo, se presentaría un tanto menguada si no nos introdujéramos de lleno en “entregado por vosotros”, respecto al Cuerpo, y “derramada por vuestros pecados”, atendiendo a la Sangre. Con este alargamiento pasamos limpia y dignamente de la “adoración del santísimo” a la “comunión con el Santo”, de la “entrega de su Cuerpo” a la “entrega de nuestra persona en él, y del “derramamiento de su sangre” al “derramamiento”, hacia Dios y hacia el hermano, de nuestro corazón. La entrega que hace Jesús de sí mismo en la Eucaristía te interpela y te implica, hermano, – es ya salvación -, a entregarte en él a Dios y a los demás, y de abrir tu corazón al amor a Dios y a los hombres – hasta la muerte-, en la obra salvadora de Jesús, haciéndote una sola cosa con él.
Es elemento integrante de la celebración, y, por tanto, de “tu celebración”, dentro del contexto de la gran familia cristiana. Pues no consiste tan solo esta celebración en contemplar a Cristo en la maravilla de estar presente en la eucaristía y de celebrarlo con vítores, aclamación y aplausos – adoración; hemos de introducirnos en el misterio del amor de Cristo a nosotros y de obediencia al Padre, ambos hasta la muerte, y contemplarnos a nosotros mismos, “entregados y derramados”, en “comunión” con él dentro de su “entrega”: “El pan que yo les daré es mi carne por la vida del mundo”. Hazte, hermano, carne del Señor por la vida del mundo: ¡Estás celebrando la Eucaristía del Señor, el CORPUS CHRISTI! Adoración al Señor en el Sacramento y comunión cordial con su “entrega por nosotros”.