La familia es una escuela de humanidad, amor y esperanza

Mis Queridas Hermanas y Hermanos en Cristo,

Nuestra Iglesia se toma en serio los retos a los que se enfrentan las familias de hoy. Bajo el liderazgo de nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, nos comprometemos a identificar y abordar las necesidades fundamentales de las familias porque reconocemos que no hay nada más importante que la familia, para el crecimiento y el desarrollo de las personas y de la propia sociedad.

La Iglesia enseña que la familia es una escuela de humanidad, amor y esperanza para la sociedad. Es el lugar donde cada uno de nosotros aprende quién es como individuo y como miembro de la sociedad humana.

La familia es también el primer lugar donde aprendemos a vivir—a cuidar de nosotros mismos, a compartir nuestros dones y talentos con los demás y a colaborar y vivir en armonía con nuestros vecinos, estén cerca de casa o lejos.

La familia nos enseña quiénes somos y cómo debemos vivir como hombres y mujeres maduros. Sin la familia, los niños no pueden crecer más allá de su individualismo, de su aislamiento de los demás. Sin la familia, la unidad entre las personas y las naciones pierde su vínculo más básico y se vuelve meramente pragmática, “concebida sólo como fundada en la utilidad, en la suma de intereses, en el miedo, pero no en la bondad de vivir juntos, ni en la alegría que la sola presencia del otro puede suscitar” (Papa Francisco, “Lumen Fidei”, #51).

La familia nos enseña que somos hijos de Dios, hermanos y hermanas llamados a participar en la vida de Dios mismo, la Santísima Trinidad. Aquí es donde aprendemos a reconocer el carácter sagrado de toda vida humana y la belleza (y la necesidad) de vivir juntos en paz. Ahí es donde descubrimos el principio fundamental que fundamenta todos los derechos humanos y la dignidad: Toda persona, independientemente de su sexo, raza, religión, situación económica o social, merece nuestro respeto. Ahí es donde aprendemos que la familia es la única base sólida y duradera sobre la que pueden construirse sociedades sanas.

Continúe leyendo el último boletín del Cardenal Joseph Tobin

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