Un grupo de coordinadores parroquiales del proceso sinodal en español informa sobre el estado del proceso en sus parroquias y discute los pasos a seguir. (Photography of Asterio Velasco)

El proceso sinodal: una ventana para soñadores

Creo que todos los cristianos debemos ser en el fondo un poco quijotes. Como el protagonista de la novela más famosa de la literatura española. Aquel hombre loco-cuerdo de la Mancha, que de tanto leer se obsesionó en acabar con las injusticias y una mañana dejó su pequeño pueblo a lomos de un caballo escuálido para ir por los caminos tratando de cambiar el mundo. Dominado por un sueño para algunos imposible, de trabajar para que el mundo fuera mejor.

El proceso del Sínodo, en el que hemos estado inmersos en las parroquias de nuestra Arquidiócesis durante varios meses, nos ha vuelto a invitar a ser soñadores. Sí, a mirar con realismo dónde nos encontramos, pero también a escuchar la voz del Espíritu que nos susurra los caminos por donde debemos atrevernos a caminar. Caminos a veces insospechados. Sin miedo a enfrentarnos a situaciones que nos pueden parecer insuperables, como aquellos gigantes de El Quijote que al final resultaron ser solo molinos de viento.

El Papa Francisco nos ha pedido a todos los bautizados salir de nuestros círculos cerrados y a caminar juntos. Como una comunidad misionera, de puertas abiertas en la que todos puedan entrar y salir, sin miedo a mancharnos. Llamados a ser santos en las calles y en las plazas, entre los más humildes, oliendo a oveja más que a incienso.

En el mes de octubre pasado, respondiendo al llamado del Papa, iniciamos este proceso sinodal. Han sido muchísimas las sesiones de escucha que en diversos idiomas y tratando de llegar a todos, se han llevado a cabo a lo largo y ancho de nuestros cuatro condados de nuestra Arquidiócesis. Muchos hemos sido los que hemos expresado con toda sinceridad lo que pensamos y sentimos sobre nuestra familia eclesial. Los gozos, que son muchos, y también las heridas y dificultades que hemos experimentado y a las que nos enfrentamos día a día.

Este sínodo nos ha invitado a soñar. Ese es el sentimiento general de los que han participado en el proceso. No como un escape a una realidad que no nos gusta, sino como quien tiene el sueño de seguir los pasos del Nazareno y de aquellos que creyeron en Él. Soñar con una Iglesia anclada en Cristo y que no tenga miedo a desprenderse del polvo que se nos ha ido pegando a lo largo de los años. Una Iglesia para el siglo XXI en la que todos caminemos juntos. Cada uno con el llamado que ha recibido. Todos, pueblo de Dios.

En unas semanas terminará esta etapa diocesana del Sínodo. Nuestras voces seguirán camino hasta llegar a Roma, para unirse en el otoño del próximo año a las voces de otros millones de católicos, que llegarán de todo el mundo a los obispos allí reunidos.

Terminará este Sínodo, pero en nuestras mentes quedará grabado el mensaje que el Papa Francisco nos ha repetido sin cesar: la iglesia del siglo XXI tiene que ser sinodal. Debemos caminar juntos. Con ilusión. La sinodalidad –una palabra que hace apenas unos meses era ajena a nuestro vocabulario– será la manera de ser y de actuar de la Iglesia porque brota de su misma esencia.

Seguiremos tras nuestro sueño, a la espera de que otros se contagien de nuestro ser quijotesco, sobre todo los más jóvenes. Y lo haremos juntos, codo con codo, implorando a nuestra Madre que nos acompañe en nuestro caminar. Sin descanso. “Aunque te digan algunos que nada puede cambiar, lucha por un mundo nuevo, lucha por la verdad.” Con ilusión quijotesca, que en este caso es lo mismo que cristiana. Con alegría. Todos juntos.


Featured image: Un grupo de coordinadores parroquiales del proceso sinodal en español informa sobre el estado del proceso en sus parroquias y discute los pasos a seguir. (Photography of Asterio Velasco)

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