Mensaje de Navidad del Cardenal Tobin
Queridas Hermanas y Hermanos en Cristo,
La alegría de la Navidad nos recuerda lo cerca que Dios está de cada uno de nosotros. En el nacimiento de Jesús, el Dios vivo se convierte en Emmanuel—”Dios con nosotros.” Esto es un recordatorio poderoso de que Dios, el Creador de todo, no está distante sino cerca de nosotros, amándonos y deseando profundamente estar en el centro de nuestras vidas.
La historia de la Navidad es una que quizás conocemos demasiado bien, ya que su familiaridad podría camuflar tanto asombro y significado. Jesús nació en un humilde establo, rodeado por María, José y marginados sociales, como los pastores. No nació en un palacio, sino en la pobreza. No encontraremos la verdadera grandeza en la riqueza o el poder, sino en el amor, la humildad y el servicio. En el reino de Dios, los primeros serán los últimos, los humildes son exaltados y los pobres heredan la tierra.
Pero hay un significado más profundo. Las circunstancias de su nacimiento sugieren hasta dónde viajó el Dios vivo y por qué emprendió ese viaje. En el villancico italiano más popular, Tu scendi dalle stelle, su autor, San Alfonso María de Ligorio, susurra al Niño Jesús: “¡Cuánto te costó amarme!”
Lo asombroso de la historia de la Navidad es que Dios, todopoderoso y omnipotente, eligió venir a nosotros como un bebé pequeño y vulnerable. Jesús dependía completamente de su madre, María, y José para su cuidado y protección. Esta paradoja revela el corazón de nuestra fe. Dios demuestra su poder, no a través de la fuerza o la dominación, sino en el amor y la vulnerabilidad. Jesús, tanto divino como humano, es sostenido en los brazos de sus padres, protegido del peligro y acogido en el amor de una familia.
Esta Navidad, tomémonos un momento para reflexionar sobre cómo el mensaje de Jesús resuena en nuestros corazones. ¿Podemos abrazar la humildad y el servicio en nuestras relaciones? ¿Nos preocupamos por los pobres, los sin hogar y los marginados? Así como María y José cuidaron del Niño Jesús, ¿estamos ofreciendo un amor y protección similares a quienes más lo necesitan — especialmente a los no nacidos, los ancianos y los vulnerables?
Esta es una temporada de alegría y esperanza, que nos recuerda la profunda paz que Dios sigue ofreciendo en un mundo atribulado. La Navidad también nos llama a la acción. Los regalos que intercambiamos son símbolos de un compartir más profundo que Dios nos invita a abrazar, un intercambio que Dios inició de manera tan dramática a través de la encarnación de Su Hijo. La temporada nos invita a dar de nosotros mismos—nuestro tiempo, recursos y amor—tal como Dios se ha dado a nosotros.
Que la paz de Cristo llene sus corazones esta Navidad, y que el Año Jubilar de 2025 les traiga nuevas bendiciones mientras caminamos juntos como Peregrinos de Esperanza. ¡Feliz Navidad y la paz de Dios para todos ustedes!