La Pastoral en Clave de Misión
Mis Queridas Hermanas y Hermanos en Cristo,
La exhortación apostólica del Papa Francisco, Evangelii Gaudium (“La alegría del Evangelio”), nos llama a todos—fieles laicos, sacerdotes y diáconos, obispos e incluso al propio Papa—a una profunda conversión pastoral “en clave misionera”. Para lograr este desafiante objetivo, debemos ponernos en manos de Dios, confiando en los dones del Espíritu Santo.
En su primer capítulo, el Papa escribe: “La vida en el Espíritu, que brota del corazón de Cristo resucitado”, es lo opuesto a la forma de vida ansiosa, llena de culpa y superficial que demasiados de nosotros experimentamos. “Esa no es la opción de una vida digna y plena”, nos dice el Santo Padre. “No es el deseo de Dios para nosotros” (#2). La alternativa es el estilo de vida lleno de sentido y de alegría que Cristo nos enseñó con sus palabras y su ejemplo.
En su capítulo final, el Papa Francisco exclama: “¡Cómo quisiera encontrar las palabras para alentar una etapa evangelizadora más fervorosa, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin y de vida contagiosa! Pero sé que ninguna motivación será suficiente si no arde en los corazones el fuego del Espíritu” (#261).
El Papa nos desafía a todos—seamos quienes seamos—a ser “Evangelizadores con Espíritu”, discípulos de Jesucristo cuyos corazones arden, que tienen un agudo sentido de la misión y que nunca dudan en proclamar la Buena Nueva (#259).
En los sacramentos del bautismo y la confirmación, hemos recibido los dones del Espíritu Santo. Somos miembros de la comunidad de fe, la Iglesia, y hemos aceptado la responsabilidad que Cristo confió a todos sus discípulos: “Vayan pues, a las gentes de todas las naciones y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes” (Mt 28, 19-20). Este gran encargo nos ha sido dado a cada uno de nosotros individualmente, así como a toda la Iglesia. Cumplimos esta responsabilidad, cada uno a nuestra manera, según los dones y talentos que se nos han dado como administradores de nuestra vocación bautismal.
Continúe leyendo el último boletín del Cardenal Joseph Tobin