Somos un pueblo Pascual infinitamente amado

Mis Queridas Hermanas y Hermanos en Cristo,

¡Aleluya! Cristo ha resucitado y nuestros corazones se llenan de alegría. En su exhortación apostólica Evangelii Gaudium (“La alegría del Evangelio”), el Papa Francisco nos dice que, si aceptamos la oferta de salvación del Señor, “seremos liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior y de la soledad” (#1). 

Como cristianos bautizados, todos nos encontramos en camino. Caminamos juntos tras las huellas de Cristo resucitado hacia nuestro hogar celestial. Esta peregrinación sagrada (la Iglesia Sinodal en misión) no está destinada a ser un tiempo de monotonía y tristeza.

Aunque estamos llamados a seguir a Jesús por el camino de la cruz, debemos recordar siempre la promesa del Señor a sus discípulos: “Estarán tristes, pero su tristeza se convertirá en gozo” (Jn 16,20).

Por dos mil años, los santos y los mártires nos han mostrado cómo vivir el Evangelio — y asumir nuestras cruces — con alegría. ¡Todos estamos invitados, con San Pablo, a alegrarnos en nuestros sufrimientos!

“El gran riesgo del mundo actual” escribe el Papa Francisco, “es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada… Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado”. (EG, #2).

Continúe leyendo el último boletín del Cardenal Joseph Tobin

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