Sinodalidad: clero y laicos caminando juntos

Todos sabemos que para aprender a nadar hay que meterse en el agua. Por mucho que nos lo expliquen o por muchas conferencias que escuchemos nada suple al hecho de vernos a nosotros mismos sin poder poner los pies en el suelo y teniendo la necesidad de darle a las manos y a los pies para no hundirnos. Ya estaremos listos después para escuchar consejos de cómo mejorar nuestro estilo o de cómo avanzar más con menos esfuerzo.

El Papa Francisco no deja de sorprendernos. Ha querido que el próximo Sínodo de los Obispos –sobre la sinodalidad– lo preparemos en toda la iglesia de una manera sinodal. Que nos metamos en el agua. Así aprenderemos todos –obispos, sacerdotes, diáconos y laicos– a ser una Iglesia que escucha, que quiere saber lo que viven los hombres y mujeres de hoy, porque nada de su vida le es extraño.  “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo”, nos decía el Vatiano II, el Concilio al que el Papa Francisco nos invita contantemente a dirigir nuestra mirada.

¿Y qué es eso de la sinodalidad? Para algunos tal vez esta no sea una palabra familiar. Hemos oído hablar de los sínodos que de vez en cuando se han celebrado en Roma desde el Concilio Vaticano II sobre distintos temas importantes. Cada pocos años, con un tema diferente. Pero esta vez será de una manera distinta, no será sólo para algunos obispos que acudan allá, como representando a la Iglesia universal. Todos los bautizados tendremos nuestra participación.

“Sinodalidad significa caminar juntos. Este se ha convertido en un tema clave del pontificado del Papa Francisco”, nos escribía hace poco nuestro Arzobispo, el Cardenal Tobin.

El Papa de las periferias –siguiendo lo que el Vaticano II indicaba– quiere que aprendamos a caminar juntos, escuchándonos unos a otros y escuchando todos al Espíritu Santo. Por eso ha querido que este próximo sínodo tenga un proceso un poco más largo, comenzando en los bancos de las iglesias hasta culminar en Roma, en la casa de todos.

El proceso –palabra clave– dará comienzo en Roma el 9 y 10 de octubre, cuando el Papa nos lanzará el reto, como diciéndonos: “Ahora les toca a todos ustedes. Adelante”.  El siguiente domingo, día 17, comenzará en todo el mundo la fase diocesana. “El objetivo de esta fase es la consulta del Pueblo de Dios para que el proceso sinodal se realice a la escucha de la totalidad de los bautizados,” dice el documento de la Secretaría del Sínodo, que además añade que “un proceso sinodal pleno se realizará de forma auténtica sólo si se implican a las Iglesias particulares”.

Ese será el primer momento del proceso que tendrá tres etapas: diocesana, continental y universal. Se iniciará en las diferentes diócesis, para continuar al nivel nacional y, después de diferentes reuniones internacionales culminar en el mes de octubre de 2023 con el Sínodo de los Obispos en Roma. Pero esta vez después de haber escuchado las voces de todo el Pueblo de Dios esparcido por los cuatro puntos cardinales de la tierra.

Estas líneas solo quieren ser un anuncio de algo que viene. Algo que será, sin duda, bello y fructífero. Pero solo en la medida en que todos, clero y laicos, estemos dispuestos a escucharnos y a escuchar al Espíritu Santo, que no es exclusiva de ninguno de nosotros.

Solo si estamos dispuestos a salir de nuestros mundos, grandes o pequeños, y a unirnos a los demás bautizados en este camino que lleva a vivir con mayor autenticidad y alegría el Evangelio, este sínodo será un éxito para nuestra Iglesia local. Una oportunidad maravillosa para nuestra Arquidiócesis de Newark en este momento histórico que estamos viviendo. Una oportunidad de revitalizar los lazos entre los que celebramos juntos sabiendo que Él, hecho Eucaristía, nos alimenta en el camino y nos impulsa a ser constantemente una Iglesia en salida.

Este proceso será un buen ejercicio, tal vez en muchos casos un comienzo, de lo que debe ser una Iglesia que vive su misión en sinodalidad.

Recuerden lo que esta palabra significa: “caminar juntos”. Echémonos a andar.

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