Permaneciendo cerca de María, madre de Jesús, nuestra madre

El lunes 15 de agosto celebraremos la solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María al cielo. En la Liturgia Bizantina, Tropario, Fiesta de la Dormición, el 15 de agosto, se cantan las siguientes palabras:

En tu alumbramiento conservaste tu virginidad y en tu Dormición no olvidaste al mundo, Oh Madre de Dios. Puesto que te has trasladado a la Vida, oh Madre de la Vida; por tu intercesión libra de la muerte a nuestras almas.

María no nos ha dejado. Ella se ha unido plenamente a su Divino Hijo, la fuente de toda vida y amor. Desde este nuevo punto de vista, María intercede por nosotros, sus hijos, y modela para nosotros el Camino de la Santidad. Si permanecemos cerca de ella, ella nos sostendrá en el viaje de nuestra vida y nos dará la bienvenida a nuestra patria celestial.

Como nos dice el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica Guadete et Exsultate (Sobre el Llamado a la Santidad):

Quiero que María corone estas reflexiones, porque ella vivió como nadie las bienaventuranzas de Jesús. Ella es la que se llenaba de gozo en la presencia de Dios, la que atesoraba todo en su corazón y que se dejó atravesar por la espada. María es la santa entre los santos, bendita sobre todos. Ella nos enseña el camino de la santidad y camina siempre a nuestro lado. Ella no deja que nos quedemos caídos y a veces nos lleva en sus brazos sin juzgarnos. Nuestra conversación con ella nos consuela, nos libera y nos santifica. María nuestra Madre no necesita de muchas palabras. Ella no necesita que digamos que está sucediendo en nuestras vidas. Todo lo que necesitamos hacer es susurrar, una y otra vez: ‘Dios te salve, María…’ (Gaudete et Exsultate, #176).

Nosotros también podemos ser santos. Podemos vivir las Bienaventuranzas lo mejor que podamos. Podemos abrir nuestros corazones a Jesús y aceptar tanto las alegrías como las penas de su modo de vida. Podemos confiar en la misericordia de Dios para que cuando nos quedemos cortos de sus esperanzas por nosotros podamos pedir perdón y regocijarnos en su gracia salvadora. Podemos acudir a María, nuestra Madre, en cualquier momento, y ella nos guiará a su hijo, Jesús. Podemos susurrar su nombre día tras día, y ella nos mostrará cómo ser santos.

Continúe leyendo el último boletín del Cardenal Joseph Tobin.

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