Del Cardenal: Adorar y servir

Mis Queridas Hermanas y Hermanos en Cristo,

En su homilía de la Misa de clausura del Sínodo del pasado mes de octubre (ver selección más abajo), el Papa Francisco reflexionó sobre la respuesta de Nuestro Señor a la pregunta: “¿Cuál es el mandamiento más grande?” (Mt 22,36). Como nos recuerda el Santo Padre, la respuesta de Jesús es clara: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22,37-39). 

Nuestra vida de discípulos misioneros de Jesucristo puede describirse como un itinerario espiritual cuyo único objetivo es estar unidos a Dios y entre nosotros. Para obtener este objetivo, debemos aprender a reconocer la importancia absoluta de amar a Dios y al prójimo de un modo que nos exija dejar de lado el egocentrismo y comprometernos con los dos principios que el Papa Francisco identifica como “adoración y servicio”. 

La adoración es el modo en que manifestamos nuestro amor a Dios. Estamos familiarizados con la expresión más formal de la adoración en el tiempo que pasamos rezando ante el Santísimo Sacramento. Creemos que Cristo está verdaderamente presente para nosotros en la Sagrada Eucaristía, por lo que nuestra reverencia hacia Él en este acto de adoración es un poderoso signo de nuestro amor a Dios. Al mismo tiempo, lo que el Papa Francisco llama adoración se extiende más allá de esta expresión orante ante el Sagrario a todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. Adoramos a Dios cuando hacemos de Su voluntad nuestra primera prioridad, cuando rechazamos todas las tentaciones que nos llevarían a pecar y cuando vivimos como Dios nos pide que vivamos—abandonando todos los ídolos y adorándole sólo a Él. Adoramos a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todo nuestro espíritu cuando hacemos de nuestra vida cotidiana un acto de testimonio amoroso de la verdad de la cercanía de Dios a nosotros. 

La segunda forma en que mostramos nuestro amor a Dios y al prójimo es a través del servicio, especialmente cuando servimos a los pobres y vulnerables. El servicio que se espera de nosotros es humilde y desinteresado, y está modelado en la vida y las enseñanzas de nuestro Redentor, que vino a servir, no a ser servido (Mt 20, 28). En definitiva, amar al prójimo es inseparable de amar a Dios de todo corazón, por lo que para nosotros los cristianos la adoración y el servicio son expresiones inseparables del mismo amor, y ambos deben ser parte integral de todo lo que decimos y hacemos. 

Durante los próximos meses, utilizaré este boletín para ofrecer mis reflexiones sobre el Informe de Síntesis que se publicó tras el Sínodo del pasado mes de octubre. Se ha pedido a las diócesis de toda la Iglesia Universal que encuentren la manera de reflexionar sobre el Informe de Síntesis, con el fin de establecer un vínculo directo con la Secretaría General del Sínodo. “A partir de las convergencias a las que se llegue, están llamadas a concentrarse en las cuestiones y propuestas que se consideran más relevantes y más urgentes”, afirma la Introducción del Informe. Además, “se les pide que favorezcan la profundización de las cuestiones tanto pastoral como teológicamente, y que indiquen sus implicaciones canónicas”.   

Nuestra Archidiócesis participará formalmente en este proceso, pero espero que mis reflexiones personales, como alguien que tuvo el privilegio de asistir a las reuniones del Sínodo el pasado mes de octubre, sean útiles para quienes deseen comprender mejor lo que significa la sinodalidad y por qué es tan importante para nosotros hoy.  

Que todos crezcamos en nuestro camino espiritual hacia el amor a Dios y al prójimo. Y que María Santísima y todos los Santos nos acompañen mientras hacemos de la adoración y el servicio el trabajo de nuestra vida. 

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