Cómo llevar la devoción de las 40 horas a tu parroquia
Imagina que Jesucristo llamara a tu puerta y te pidiera quedarse contigo durante dos días. ¿Cómo lo recibirías? ¿Qué conversaciones tendrías con él en la mesa? ¿Qué transformaciones podrían ocurrir mientras te acercas a él en amistad y descansan juntos en la sala de estar? ¿Qué increíble gracia estaría disponible para ti?
Toma ese encuentro espiritual y esa renovación, y multiplícalo por el número de personas en tu parroquia. Jóvenes y mayores, solteros y familias, laicos y clérigos, cada uno experimentando el amor del Señor a través de su presencia física y tangible; es un hermoso sueño, y más que un sueño. En palabras del Papa San Juan Pablo II en su encíclica “Ecclesia de Eucharistia”: “La Eucaristía es un tesoro inestimable; no sólo su celebración, sino también estar ante ella fuera de la Misa, nos da la posibilidad de llegar al manantial mismo de la gracia. Una comunidad cristiana que quiera ser más capaz de contemplar el rostro de Cristo … ha de desarrollar también este aspecto del culto eucarístico, en el que se prolongan y multiplican los frutos de la comunión del cuerpo y sangre del Señor” (No. 25).
¿Cómo “desarrollamos este aspecto de la adoración eucarística” en nuestras parroquias, invitando a cada miembro a “entrar en contacto con la misma fuente de la gracia?” Un método inmediatamente disponible es la antigua tradición conocida como las 40 Horas. Es una práctica sencilla: exponer el Santísimo Sacramento públicamente en la iglesia parroquial durante 40 horas, durante las cuales los feligreses se turnan para mantener la vigilia para que Jesús nunca esté solo. Por lo general, la devoción comienza y termina con Misas, y puede incluir la Liturgia de las Horas, una procesión, o una serie de homilías. Muchas parroquias combinan las 40 Horas con una misión parroquial, reuniendo a la comunidad para la oración y la predicación.
–Historia de la devoción de las 40 horas
Las 40 Horas han sido parte de la vida parroquial de la Iglesia durante más de 500 años. Floreció gracias al impulso de santos como San Carlos Borromeo, San Antonio María Zaccaría, San Ignacio de Loyola, San Francisco de Sales, San Felipe Neri, San Juan Neumann, y muchos otros. En el siglo XVI, en Milán, Italia, la adoración eucarística se trasladaba de iglesia en iglesia cada 40 horas, con las parroquias trabajando unidas para mantener la devoción durante todo el año.
En la Edad Media, se celebraba como súplica en tiempos de crisis; durante la Contrarreforma católica, como un esfuerzo para renovar la devoción popular; en el siglo XIX en Estados Unidos, como una forma de unificar a los católicos perseguidos. En nuestros días, cuando tantos católicos no comprenden o creen en la Verdadera Presencia, las 40 Horas son el siguiente paso natural para nuestro Avivamiento Eucarístico Nacional.
¿Por qué 40 horas? La Escritura nos da varias instancias simbólicas de este número: los años de Moisés en Egipto, los años que los israelitas vagaron en el desierto, los días de la predicación de Jonás en Nínive, los días de ayuno de Jesús en el desierto, y muchos más. Pasamos 40 días en oración, ayuno, y limosna durante la Cuaresma. Lo más importante es que desde la crucifixión en la tarde del Viernes Santo hasta la Resurrección en la mañana de Pascua, Nuestro Señor estuvo en la tumba durante aproximadamente 40 horas.
Crisis, persecución, exilio, penitencia, muerte: ¿qué tienen que ver todos estos temas oscuros con la adoración eucarística? Lo que los vincula es la metanoia, ese cambio de corazón hacia Dios que también llamamos conversión.
Esos 40 años en el desierto fueron una oportunidad para que los israelitas se fortalecieran en la fe. Jonás pasó semanas suplicando a los ninivitas que abandonaran sus pecados y se volvieran hacia Dios. El ayuno de Jesús lo preparó para salir y llevar almas a su Padre, llamándolas a la conversión. Su muerte y resurrección abrieron la puerta para que no solo nos convirtamos una vez, sino que tengamos una relación continua con el Dios que nos ama.
Y eso es exactamente lo que ofrece la devoción de las 40 Horas. En cada época, en cada lucha cultural, Cristo viene en la Eucaristía para ser el corazón de nuestras comunidades. Humilde en el altar, Jesucristo nos invita a llevar nuestras almas atribuladas hacia él y, a través de él, hacia el Padre.
–Notas prácticas
Llevar a cabo las 40 Horas requiere que creamos no solo en la Presencia Real, sino en el poder de esa Presencia. Está muy bien creer que Nuestro Señor está presente en el pan y el vino en la Misa. ¿Qué hacemos con eso? ¿Cómo dejamos que esa creencia nos transforme? Podría argumentar que una manera concreta y efectiva es esta antigua tradición de las 40 Horas.
¿Cómo hacemos que este ejercicio desafiante de fe realmente suceda? Sin duda, requiere compromiso, aceptación tanto del personal de la parroquia como de los feligreses, deseosos de compartir la bienvenida de Cristo. Ese es el primer requisito. (Aunque uso “parroquia” por brevedad, las 40 Horas también funcionan para escuelas católicas, colegios y Centros Newman, grupos parroquiales, etc.) Suponiendo voluntarios dispuestos, el esfuerzo se vería así:
–Formar un equipo principal, que incluya a un clérigo, el director de música, alguien encargado de la hospitalidad, y un miembro o más con habilidades de comunicación y marketing.
–Con suficiente anticipación, de preferencia de 3 a 6 meses, planificar las fechas de la celebración. Se puede comenzar con una Misa en la noche del jueves y terminar con la Misa de anticipación el sábado por la noche; o comenzar el domingo por la noche y extenderse hasta el martes; hay varias opciones disponibles.
–Si se desea predicación, se hacen los arreglos necesarios para traer a un sacerdote o a un laico orador.
–Compartir la “fecha reservada” con la parroquia e incluso con toda la diócesis.
–Invitar a que se involucren grupos y organizaciones. Se podría pedir a las escuelas católicas locales que se comprometan a una hora o más de adoración durante el día; a los Caballeros de Colón que vigilen a lo largo de la noche junto a otros adoradores por seguridad; a la Legión de María a hacer rosarios para compartir que se puedan dejar en la parte trasera de la iglesia; al grupo de jóvenes para distribuir volantes después de la Misa y así difundir la palabra.
–A medida que se acerquen los días, planificar Misas hermosas y solemnes para la apertura y el cierre. Planificar otros eventos paralitúrgicos como la Liturgia de las Horas y una procesión eucarística, y seguir involucrando a varios grupos parroquiales.
–Considerar organizar un almuerzo compartido, una recepción u otra reunión comunitaria después de la Misa de cierre. Las 40 Horas deberían ser una oportunidad para que la parroquia adore como un cuerpo completo, y nada une más a las personas que la comida.
En palabras del Papa Benedicto XVI en “Sacramentum Caritatis”: “En la Eucaristía, el Hijo de Dios viene a nuestro encuentro y desea unirse a nosotros; la adoración eucarística no es sino la continuación natural de la celebración eucarística, la cual en sí misma el supremo acto de adoración de la Iglesia” (No. 66).
Continúa diciendo: “La relación personal que cada fiel establece con Jesús presente en la Eucaristía lo pone siempre en contacto con toda la comunión eclesial, haciendo que tome conciencia de su pertenencia al Cuerpo de Cristo. Por eso, además de invitar a los fieles a encontrar personalmente tiempo para estar en oración ante el Sacramento del altar, pido a las parroquias y a otros grupos eclesiales que promuevan momentos de adoración comunitaria” (No. 68).
El Papa Francisco también reafirmó esta misma verdad perdurable de la Iglesia el 22 de octubre de 2022, al decir: “Es hermoso adorar en silencio ante el Santísimo Sacramento, estar en la consoladora presencia de Jesús y ahí obtener el impulso apostólico para ser instrumentos de bondad, de ternura y de acogida en la comunidad, en la Iglesia y en el mundo. . . Adoren, sumérjanse en el amor divino, y entréguenlo a manos llenas a aquellos que encuentren en su camino”.
La adoración eucarística, ya sea personal o a nivel parroquial a través de las 40 Horas, nunca es un esfuerzo solitario. Es una expresión de los esfuerzos de la Iglesia por la salvación de las almas y una invitación para que nosotros nos sumemos a ese esfuerzo. Descansamos con Jesús, pasando tiempo con Él, y somos consolados y alimentados individualmente. De Él recibimos la gracia y la fuerza para llevar a cabo la renovación en nuestras familias, nuestros lugares de trabajo, nuestras parroquias, y nuestro mundo.
Rebecca W. Martin es editora de adquisiciones de libros comerciales en Our Sunday Visitor y vive en Michigan con su esposo y muchos gatos. Su libro infantil, “Meet Sister Mary Margaret”, se lanzará en el otoño de 2023 a través de OSV Kids.