Aprendamos a ser hermanos y hermanas de todos

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,

La religión y la violencia deberían ser totalmente incompatibles, pero como todos sabemos, con demasiada frecuencia se alimentan una de la otra de maneras que ofenden a Dios y deshumanizan a la humanidad. Las llamadas guerras “religiosas” o “santas” han sido prominentes a través de la historia, e independientemente de las religiones particulares involucradas, invariablemente han hecho que los objetivos de la religión genuina—la unión con Dios a través del diálogo, el entendimiento mutuo y el bien común—sean mucho más difíciles de lograr.

En su encíclica Fratelli Tutti (Sobre la Fraternidad y la Amistad Social), el Papa Francisco dedica su octavo y último capítulo a una discusión sobre el papel de la religión en la promoción de la paz y la armonía entre diversos pueblos y culturas. Como escribe el Santo Padre:

Las distintas religiones, a partir de la valoración de cada persona humana como criatura llamada a ser hijo o hija de Dios, ofrecen un aporte valioso para la construcción de la fraternidad y la defensa de la justicia en la sociedad. El diálogo entre personas de distintas religiones no se hace simplemente por diplomacia, amabilidad o tolerancia. En palabras de los Obispos de India, “el objetivo del diálogo es establecer amistad, paz, armonía, y compartir valores espirituales y morales y experiencias en un espíritu de verdad y amor” (Fratelli Tutti #271). La paz es el resultado de la justicia, el respeto mutuo, y el reconocimiento de que, a pesar de nuestras diferencias, que pueden ser significativas, todos somos hijos de Dios y hermanas y hermanos entre nosotros.

Continúe leyendo el último boletín del Cardenal Joseph Tobin.

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