En el último boletín, el Cardenal Tobin reflexiona sobre cómo conocer a María
Mis queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,
El pasado viernes 25 de marzo, en la Solemnidad de la Anunciación, el Papa Francisco nos invitó a todos a unirnos a él en un Acto de Consagración de Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María. María es la Reina de la Paz y la Madre de la Misericordia. Ella ora constantemente para que cada uno de nosotros acepte los dones de amor y misericordia de Dios, y que reconozcamos que todos somos hermanas y hermanos, independientemente de nuestra diversidad racial, nacional, económica y cultural.
La cercanía de Dios a nosotros como individuos, naciones y pueblos se ve más perfectamente en María, la madre virgen de Jesucristo. La Santísima Virgen llevó al Hijo de Dios en su vientre. Su humanidad fue formada a partir de su carne y del corazón de la aceptación plena de fe de María de la voluntad de Dios. A través de María, Dios se convirtió en uno de nosotros. Este no es un Dios ausente, remoto o desconectado. Este Dios es Emmanuel, “Dios-con-nosotros”, y nos acerca a él a través de la intercesión de una simple mujer hebrea elegida por Dios para ser la madre de su Hijo.
Toda la vida de María fue modelada según la presencia de la misericordia hecha carne. La madre del Crucificado y Resucitado pudo entrar en el santuario de la misericordia divina porque participó íntimamente en el misterio del amor divino. Ella permanece cerca de nosotros porque, en su hora final en la Cruz, Jesús, nos la confió, y como hijos suyos somos los beneficiarios de su cuidado maternal.
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