Las mayores armas que tenemos para lograr la paz son espirituales, no materiales
Mis Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,
El séptimo capítulo de la encíclica del Papa Francisco Fratelli Tutti (Sobre la Fraternidad y la Amistad Social) es especialmente oportuno e importante porque discute los horrores de la guerra. Desde el comienzo de su pontificado, el Santo Padre ha instado a las naciones y pueblos del mundo—a todos nosotros—a “construir puentes, no muros” y a reconocer que somos verdaderamente hermanas y hermanos en la única familia de Dios. Fratelli Tutti es una reflexión constante sobre la forma en que debemos tratarnos unos a otros, no como extraños o adversarios, sino como familia.
El Papa Francisco argumenta enérgicamente que “la guerra es la negación de todos los derechos y un asalto dramático al medio ambiente”. Plantea que “si queremos un verdadero desarrollo humano integral para todos, debemos trabajar incansablemente para evitar la guerra entre naciones y pueblos”. Esto significa que “es necesario garantizar el indiscutible imperio de la ley y el recurso incansable a la negociación, la mediación y el arbitraje, como propone la Carta de las Naciones Unidas, que constituye verdaderamente una norma jurídica fundamental”.
El Santo Padre insta a “recurrir incansablemente” a medios productivos y no violentos para resolver los conflictos entre las naciones. Nos advierte en términos inequívocos que la guerra es mala, y que el uso de la agresión injusta en el trato con otras naciones es siempre un paso atrás para la humanidad y para la civilización. Incluso el criterio tradicional para lo que se ha denominado “guerra justa”, es cuestionable hoy en día. Como escribe el Papa Francisco, “La cuestión es que, a partir del desarrollo de armas nucleares, químicas y biológicas, y las enormes y crecientes posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías, se ha otorgado a la guerra un poder destructivo incontrolable que afecta a muchos civiles inocentes”.
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