A tres años del Encuentro Nacional Hispano
“Todo ha superado las expectativas que traía. ¡Esto es increíble!”, escuché constantemente. Habíamos llegado A Grapevine, Texas, el 19 de septiembre de 2018 treinta y seis delegados de nuestra Arquidiócesis de Newark– laicos, diáconos y sacerdotes- acompañados por el Cardenal Tobin y Mons. Cruz. También nuestro veterano Mons. David Arias, testigo histórico de los cinco encuentros, estuvo con nosotros. Conscientes todos de ser la voz y la presencia de miles de personas de nuestra Arquidiócesis de Newark que habían participado en los encuentros parroquiales y en el encuentro diocesano.
Era la cumbre del camino iniciado dos años antes, cuando los obispos de los Estados Unidos nos recordaron que querían escuchar nuestras voces. Las de los hispanos de todo el país. Querían que todos reflexionáramos sobre cómo puede la Iglesia servir mejor a nuestras necesidades particulares y cómo podemos responder nosotros –como discípulos misioneros– a la misión común que todos tenemos como bautizados. Y nos convocaron al V Encuentro Nacional Hispano.
Comenzamos entonces a correr la voz en nuestra Arquidiócesis. Que para eso colaboró un buen grupo de líderes parroquiales incansables. Invitamos a todas las parroquias –ochenta– con ministerio hispano. Informamos a sacerdotes y laicos. Nos ayudó a comunicar entusiasmo la llegada en enero del 2017 del Cardenal Joseph Tobin, nuestro arzobispo, que ya había sabido de lo que “se cocinaba” a nivel nacional y estaba contento con que nuestra arquidiócesis participara de lleno.
Muchas fueron las parroquias que respondieron a la invitación. Más de dos mil quinientas personas participaron en los pequeños grupos parroquiales. Y al final, unos trescientos delegados de estos grupos llevaron sus voces y su vivencia al Encuentro Arquidiocesano en el Centro Juan Pablo II de Kearny el 14 de octubre de 2017. ¡Qué día aquel para recordar!
–La Iglesia de Newark está realmente viva y lo hemos experimentado en este día –comentaba con entusiasmo un sacerdote al terminar.
Las voces de los reunidos nos señalaron prioridades pastorales que recogimos para que toda la Arquidiócesis las pusiera en su consideración. Las dos primeras y más urgentes: la formación de los laicos y trabajar para que nuestras parroquias sean más acogedoras, más misioneras.
Meses después tuvimos el Encuentro Regional. Nuestros 85 delegados fueron parte de las 350 personas de diez diócesis de New Jersey y Pensilvania. Otro día lleno de momentos de oración y de compartir con hispanos de cerca y de lejos, de ofrecer experiencias y buscar prioridades, siempre mirando al futuro. Tomando conciencia de la responsabilidad que pesa sobre nuestros hombros.
Creo que a los que asistimos a la gran celebración eucarística del 2 de marzo del 2018 en la Catedral de Newark nos será difícil olvidarla. Fue otro momento significativo del camino hacia el Encuentro Nacional. La gran tormenta de todo aquel día nos hizo dudar si debíamos suspenderla. Pero el fuerte viento no impidió que a las ocho de la noche la catedral viera a más de setecientas personas, con un buen número de sacerdotes y diáconos, cruzar sus puertas.
–¡Ustedes sí son bravos! –comenzó diciendo el Cardenal Tobin, quien nos recordó que el V Encuentro había dejado una huella profunda en la Arquidiócesis. Y allí estaba la muestra.
Y llegó el Encuentro Nacional en Grapevine, Texas. Los números cantaban la importancia de los cuatro días de ese evento: ciento sesenta diócesis representadas, más de ciento veinte obispos –incluyendo cardenales y el Nuncio Apostólico–, más de mil ochocientos delegados… Y entre ellos estábamos los treinta y cinco de nuestra Arquidiócesis.
La presencia del Papa se sintió constantemente. Se repitieron sus preguntas, se habló su lenguaje, se reflexionó cómo poner en práctica la invitación a “ser iglesia en salida”, a “primerear”, a ir a las periferias y abrir las puertas de la iglesia no solo para que entren los que llegan, sino –y sobre todo– para salir nosotros al encuentro de nuestros hermanos. En resumidas cuentas, ser “discípulos misioneros: testigos del amor de Dios”, como decía el lema del Encuentro. Y todo esto sin miedo.
Se nos recordó que tenemos diferentes culturas, diferente religiosidad, pero en la Iglesia tenemos que encontrarnos y ser uno.
Eran días de tormenta y de nubes oscuras para la Iglesia de los Estados Unidos aquellos de septiembre de 2018. Y algún obispo nos recordó que aquel Encuentro era un poco un bálsamo, “una caricia de Dios” para todos.
Pasaron los cuatro días del Encuentro Nacional en Texas, pero el proceso ha continuado en nuestra Arquidiócesis, a pesar de la pandemia y de vernos obligados a mantener distancias físicas.
En el fin de semana del 9-10 de octubre de 2020 un numeroso grupo de personas de nuestra Arquidiócesis de Newark nos conectamos con otras de más de cien diócesis en los Estados Unidos para orar juntos, escucharnos y crear un tiempo para analizar cómo vamos con las propuestas que nos habíamos hecho dos años antes. Unidos en la pantallita mágica, a la que tan acostumbrados nos tienen hoy en día. Algunos en pequeños grupos en sus parroquias, otros desde sus casas.
Y la cosa no ha quedado ahí. Muchas iniciativas, como el programa “Caminando en la fe” que a tantos hogares ha llegado en la primera mitad de este año, han sido consecuencia del espíritu de salida que nos imprimió el V Encuentro Nacional Hispano.
Creo que a todos los que hemos participado en este bello proceso nos quedará para siempre grabada la invitación a cultivar el encuentro personal con el Señor y a ser discípulos misioneros en unas comunidades que se distinguirán sobre todo por ser lugares de acogida a los recién llegados y a los más necesitados.
De la mano de María, la Guadalupana, la Madre de todos, “salgamos a llevar el evangelio”. Lo hemos cantado muchas veces estos años. Y lo seguiremos cantando.
Delegación de la Arquidiócesis de Newark al Encuentro Nacional Hispano junto al Cardenal Tobin and Mons. David Arias.