Un paso adelante en el ministerio hispano nacional
Hace unos días, del 10 al 13 de octubre, se llevó cabo en Houston, Texas, la Conferencia anual de la Asociación Nacional de Directores Diocesanos del Ministerio Hispano (NCADDHM).
Para muchos de los asistentes no era su primera experiencia. Se encontraban con amigos y amigas con los que en años anteriores habían compartido conversaciones y sueños o se habían visto en el proceso nacional del Quinto Encuentro. Por eso, los rostros sonrientes y la lluvia de abrazos al llegar. Los que participaban por primera vez se encontraban con la grata sorpresa del ambiente alegre que hace sentirse bienvenidos, en casa.
Comenzó el evento con la celebración de la Eucaristía, presidida por el Cardenal Daniel DiNardo, arzobispo de Galveston-Houston, y concelebrada por otros ocho obispos y un buen grupo de sacerdotes. “Bienvenidos a nuestra Arquidiócesis”, nos dijo el Cardenal en español al comienzo de una celebración cálida y alegre.
La tarea principal de los cuatro días fue el análisis del nuevo Plan Pastoral Nacional para el Ministerio Hispano/Latino, aprobado por la Conferencia de los Obispos (USCCB) el mes de junio pasado. Documento de suma importancia, no solo para los católicos hispanos sino para toda la Iglesia de los Estados Unidos. Sobre él habló Mons. Oscar Cantú, obispo de la Diócesis de San José en California en su discurso de apertura.
El segundo día, Mons. Arturo Cepeda, obispo auxiliar de la diócesis de Detroit y veterano en el ministerio hispano, nos llevó de la mano en un recorrido de la memoria histórica, tan importante para entender el momento presente y poder mirar con solidez hacia el futuro. Siempre conscientes de que no hemos llegado a la meta, de que seguimos caminando. Nos cita los versos del poeta andaluz: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar…” Y Mons. Cepeda lo hizo con chispa y buen humor, que es la salsa que no puede faltar nunca en nuestros platos.
Nos habló de los orígenes en la organización del ministerio hispano a nivel nacional, de los que fueron soñadores y profetas. Aquellos que nunca se habrían podido imaginar, cuando sentaban las bases y daban los primeros pasos, la realidad que vivimos en este momento. Nos ayudó a recorrer la historia de los últimos cincuenta años con los distintos Encuentros, cada vez con una asistencia más numerosa, reflejo del crecimiento de la realidad hispana en la Iglesia de los Estados Unidos. Y, de paso, la voz de la Iglesia, reflejada en diferentes documentos oficiales, que ya en 1983, hace cuarenta años decía: “En este momento de gracia reconocemos que la comunidad hispana que vive entre nosotros es una bendición de Dios.” Era el comienzo de la carta pastoral La presencia hispana: Esperanza y compromiso publicada por la Conferencia Nacional de Obispos Católicos (ahora USCCB).
Reconocían valores de nuestra comunidad hispana, como el profundo respeto por la dignidad de la persona, el amor por la vida familiar, el sentido de comunidad, el agradecimiento por la vida, don de Dios, y la auténtica y firme devoción a María. Lo ha continuado reconociendo la Conferencia de los Obispos a lo largo de estas décadas mientras la comunidad hispana ha seguido creciendo y haciéndose más presente en la vida de la Iglesia. Aunque debemos reconocer que esta acogida no ha sido uniforme a lo largo y ancho del país. Los retos han sido y continúan siendo muchos.
Echo una mirada al gran salón y veo los rostros de las doscientas cincuenta personas que lo llenan, llegadas de ciento nueve diócesis del país. Hay personas mayores y también jóvenes, hay hombres y muchas más mujeres (¡¿qué haría la Iglesia sin ellas?!), hay un buen número de sacerdotes y también obispos que escuchan y comparten en las mesas. Todos agentes de pastoral, todos importantes en sus respectivas diócesis.
No puedo menos de pensar en el Quinto Encuentro Nacional, esa gran reunión que tuvimos, también en Texas, hace cinco años y a la que asistieron más de tres mil quinientos delegados de la mayoría de las diócesis del país, acompañados de ciento veinte obispos. Evento histórico –culmen de un proceso–que marcó un hito importante en la vida pastoral de toda la Iglesia en el país, como nos lo recuerda Alejandro Aguilera-Titus, quien fuera el responsable principal del proceso. “El proceso de los Encuentros también ha sido el caminar de nuestra propia identidad, de nuestra madurez eclesial. Somos uno pueblo más consciente de quiénes somos”, nos dijo.
Fruto del Quinto Encuentro ha sido el Plan Pastoral Nacional del Ministerio Hispano/Latino. Alejandro se encargó de presentarnos a grandes rasgos la importancia histórica del Plan y las implicaciones que tendrá a nivel regional, diocesano y parroquial. La Dra. Dora Tovar nos explicó el modelo de Iglesia que presenta el Plan.
En la Conferencia hubo muchos momentos de intercambio, como los paneles de obispos y de laicos en los que se les presentaron preguntas e inquietudes muy concretas de nuestros líderes hispanos que día a día trabajan en el campo pastoral en sus respectivas diócesis.
Siguiendo con el análisis del nuevo Plan, dedicamos una tarde a la reflexión en grupos (nada pequeños) de las diez prioridades pastorales que este nos presenta, para comenzar a ver de manera creativa cómo llevar a cabo iniciativas que respondan a las necesidades pastorales en nuestras diócesis y parroquias. Un ejercicio que, de manera más intensa, debemos hacer en un futuro próximo a nivel local, haciendo realidad la respuesta que todos esperan de nosotros.
La Conferencia transcurrió con un horario intenso lleno de trabajo, de momentos de oración –celebración de la Eucaristía cada día–, de tiempos de escucha, de reflexión y de intercambio de experiencias que enriquecen y también música, sin la que nosotros dejemos de ser nosotros. Y mucha alegría y fe en Él, que nos da la fuerza para continuar.
Nos marchamos hacia los cuatro puntos cardinales del país, a las ciento nueve diócesis de las que hemos venido, cargando sueños por hacer, conscientes de que somos un eslabón de una cadena hermosa, herederos de grandes sacrificios y responsables, a la vez, de pasar el testigo a generaciones más jóvenes. Y con la alegría de quienes han tenido una verdadera experiencia sinodal, en sintonía con aquellos que, junto al Papa Francisco, están reunidos en estos días en Sínodo.
Photos by Theresa Orozco