Un obispo auxiliar de Newark nos habla de su Condado

Me recibe en su oficina en Jersey City con una sonrisa y un café. Todavía no ha cumplido un año desde su ordenación episcopal el mes de junio del año pasado y de ser nombrado Vicario Episcopal para el Condado de Hudson. Entre sorbo y sorbo, conversamos sobre el Ministerio Hispano y las parroquias, un tema tan querido para él. En su rostro se ve la serenidad y, a la vez, en entusiasmo por lo que ve y por lo que sueña.

¿Cuál fue su reacción cuando le preguntaron si aceptaba ser obispo?

Cuando me lo pidieron, lo primero que me vino a la mente fue mi edad y la carencia de grandes títulos académicos. Además, la gran pregunta: ¿Qué se esperaba de mí? Mi vida como sacerdote había sido de servicio a la Iglesia. ¿Cómo iba a ser ahora? No sabía en aquel momento, pero en mi corazón no cabía decir que no a lo que se me pedía. La Iglesia, de la que sido parte desde que nací, me encomendaba este nuevo servicio al Señor.

¿Cree que su trabajo pastoral anterior le preparó para este momento?

Han sido muchas las bendiciones que he recibido en mi vida sacerdotal. También –como me ha recordado recientemente un amigo sacerdote– ha sido también una vida rica en servicio. A veces pasan los años sin que reflexionemos en el significado de las experiencias vividas.

Sí creo también que los retos que encontré como párroco de parroquias pequeñas y grandes, pobres y no tan pobres, me prepararon un poco para este momento.

Nuestra Arquidiócesis comprende cuatro condados: Bergen, Essex, Union y Hudson¿Por qué cree que le han nombrado Vicario en este Condado de Hudson?

Bueno, eso en realidad ha sido decisión del Cardenal Tobin, nuestro Arzobispo. Pero creo que hay una razón. Aunque crecí en West Orange, he vivido en este condado desde hace cuarenta años. Toda mi vida sacerdotal ha trascurrido aquí. Lo conozco muy bien. He estado en varias parroquias, como Saint Aloysius y Resurrection aquí en Jersey City. En San José de Palisades en West New York estuve de párroco quince años, desde el 2005. Esa es una de las parroquias más grandes de la Arquidiócesis, con una población hispana muy numerosa. 

Hasta el momento de su consagración episcopal Mons. Gregory Studerus era párroco de San José de Palisades y también Vicario para el Condado de Hudson. Ahora se dedicará plenamente, como obispo auxiliar, a la atención pastoral del Condado. 

Conversamos en inglés y brincamos de vez en cuando al español, que él conoce bien. Hay muchos planes en su cabeza y mucho entusiasmo en su corazón.

Me habla un poco de su historia personal, de su educación en escuelas católicas en el valle de Orange que le ha hecho valorar y apoyar siempre la gran labor llevada a cabo por religiosas y sacerdotes para mantener viva la educación católica en este condado. La pandemia ha resultado en un reto enorme para algunas de ellas. Me habla de sus años de maestro en una escuela pública, antes de entrar al seminario. Esto le ha hecho valorar la importancia de padres en la educación de sus hijos.

¿Cómo se siente como Vicario Episcopal para el Condado de Hudson?

¡El Condado de Hudson es maravilloso! ¿Dónde vas a encontrar la gran variedad de culturas que han encontrado aquí su residencia permanente? Aquí tienes descendientes de irlandeses, alemanes, italianos y un sinfín más. Además del gran número de personas que más recientemente han llegado de los países latinoamericanos, con costumbres tan diversas entre ellos mismos. Todos buscando al Señor de una manera o de otra. Esto me ha dado una oportunidad única de hablar el lenguaje del evangelio y a la vez tratar de formar con ellos una comunidad unida. Ya ves:  llevo cuarenta años en un condado en el que antes no había ni siquiera puesto un pie. A lo sumo, pasar por el Holland Tunnel camino de Nueva York.

¿Algunas lecciones aprendidas?

Cuando echamos la vista atrás, hay experiencias que en el momento que pasamos por ellas no nos parecieron demasiado buenas. A veces planificamos cosas, eventos, que por diferentes circunstancias parece que resultaron un desastre, pero que al final sirvieron para que la comunidad saliera con más fuerza, más unida que antes. Me viene a la mente algo que me sucedió cuando llegué a Saint Bridget en 1990. Pareció que, por las circunstancias, iba a resultar un fracaso y a la larga fue una auténtica bendición. He aprendido a ver que los éxitos no son míos y también a ver los fracasos como oportunidades de conocer más a fondo la vida humana.

¿Sueños para el futuro?

Mis años de sacerdocio han sido muy ricos. Y miro hacia delante con mi corazón y mi mente abiertos a mayor riqueza, en mi disposición a servir al Señor como obispo auxiliar del condado de Hudson. Estoy seguro de que vendrán momentos que disfrutaré y vendrán otros que serán un reto para mis limitaciones como obispo. Pido al Señor que sea capaz de reconocer en todos ellos la gracia divina y su voluntad para conmigo, y de poder, a través de ellos, servir al pueblo de Dios. 

Me despido de Mons. Gregory Studerus. Sé que nuestros caminos se cruzarán con frecuencia porque el ministerio a los hispanos, tan numerosos en el Condado de Hudson, es muy importante para él. Le acompañamos en sus sueños con nuevos proyectos, en nuevas formas de salir al encuentro de tantos encomendados a su cuidado. 

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