Oremos para que acaben todos los casos de violencia

Las noticias de actualidad están dominadas por tiroteos masivos sin sentido que se cobran la vida de personas inocentes, a menudo las más vulnerables y desprotegidas. La violencia con armas de fuego se ha vuelto tan frecuente que corre el riesgo de convertirse en algo habitual, y estamos en peligro de volvernos indiferentes ante lo que constituye una de las amenazas más graves para nuestra sociedad (vecindarios, comunidades locales y nuestra nación en su conjunto).

Desde hace muchos años, la Conferencia Episcopal de Estados Unidos (USCCB) ha pedido que se tomen medidas para prohibir las armas de asalto. En la declaración de los obispos del 2020, “Un Enfoque de la Violencia Armada Basado en la Misericordia y la Construcción de la Paz” (ver más abajo), los obispos escriben: “Apoyamos medidas que controlen la venta y el uso de armas de fuego y las hagan más seguras (especialmente los esfuerzos para impedir su uso sin supervisión por parte de niños o de cualquier persona que no sea el propietario), y reiteramos nuestro llamado a una regulación sensata de las armas cortas”. Estoy totalmente de acuerdo con mis hermanos obispos en la necesidad de prohibir las armas de asalto y de controlar la venta de armas.

Legislación y regulaciones son absolutamente necesarias, pero no son suficientes. Como en todas las cuestiones vitales, en lo que respecta a la prevención de la violencia con armas de fuego, no podemos legislar la moralidad. Sin embargo, podemos, y debemos, regular nuestro comportamiento para proteger a los vulnerables y garantizar el bien común. Por eso son tan importantes unas licencias razonables para todas las compras de armas y limitaciones estrictas del acceso a las armas cuyo propósito sea claramente de carácter militar. Es cierto que tenemos el derecho a portar armas recogido en la Segunda Enmienda, pero los derechos siempre implican responsabilidades; en este caso, la responsabilidad de proteger a los inocentes y garantizar la seguridad pública y el buen orden. Los tiroteos masivos que estamos presenciando casi semanalmente son una grave amenaza para la vida y el bienestar de todas las personas.

Continúe leyendo el último boletín del Cardenal Joseph Tobin

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