Cardenal Tobin reflexiona sobre el Adviento como tiempo de profunda esperanza
Mis queridas hermanas y hermanos en Cristo,
El Adviento es un tiempo de anhelo y de profunda esperanza. Anhelamos la justicia, la paz y la unidad entre todos los miembros de la familia de Dios. Esperamos la vuelta de nuestro Señor Jesucristo, que nos cura de todo mal y nos perdona todos los pecados—personales e institucionales.
Nuestra Iglesia comienza de nuevo—un nuevo año de gracia—cada Adviento. Qué mejor momento entonces para implorar al Espíritu Santo de Dios, en palabras del Papa Francisco, “iniciar a sus hermanos—sacerdotes, religiosos y laicos—en este ‘arte del acompañamiento’ para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro (cf. Ex 3,5)”. (Evangelii Gaudium, 169).
El respeto al misterio, y a la dignidad, de otras personas es lo que se pide al tratar de acompañar a las víctimas de abusos sexuales, especialmente cuando el abuso ha sido perpetrado por clérigos. Como dijo el Papa Francisco en su carta de 2018 al Pueblo de Dios sobre la crisis de los abusos sexuales (véase el texto completo más abajo):
Es imprescindible que, como Iglesia podamos reconocer y condenar, con dolor y vergüenza, las atrocidades cometidas por personas consagradas, clérigos y todos aquellos que tenían la misión de velar y cuidar de los más vulnerables. Pidamos perdón por nuestros pecados propios y ajenos. La conciencia del pecado nos ayuda a reconocer los errores, los delitos y las heridas causadas en el pasado y nos permite, en el presente, estar más abiertos y comprometidos en un camino de renovada conversión.
Con este espíritu de “conversión renovada” y de sanación, esperanza y sinodalidad, mi amigo Mark Williams y yo respondimos a la invitación de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos (USCCB) para ofrecer nuestras reflexiones a los obispos de Estados Unidos en su Asamblea General de Baltimore, MD, el mes pasado.
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