Cardenal Tobin: Esperando en el Señor

Mis queridas hermanas y hermanos en Cristo:

El sábado 1 de febrero, la Arquidiócesis de Newark celebró la 28ª Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Como se señala en el artículo de JerseyCatholic.org, el sitio de noticias de nuestra Arquidiócesis, nuestra Misa de la Vida Consagrada ha sido una tradición muy querida desde 1997, cuando comenzó como parte de la primera Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Hoy en día, sigue siendo una alegre celebración para las 52 congregaciones de religiosas y las 22 congregaciones de religiosos de nuestra archidiócesis.

En su mensaje para esta Jornada Mundial de la Vida Consagrada (ver selección más abajo), el Papa Francisco dice:

Hermanos y hermanas, la espera de Dios también es importante para nosotros, para nuestro camino de fe. Cada día el Señor nos visita, nos habla, se revela de maneras inesperadas y, al final de la vida y de los tiempos, vendrá. Por eso Él mismo nos exhorta a permanecer despiertos, a estar vigilantes, a perseverar en la espera. Lo peor que nos puede ocurrir, en efecto, es caer en el “sueño del espíritu”: dejar adormecer el corazón, anestesiar el alma, almacenar la esperanza en los rincones oscuros de la decepción y la resignación.

Este principio espiritual de esperar a Dios es especialmente significativo para aquellos de nosotros que ya hemos vivido vidas largas y productivas y ahora nos encontramos en las etapas finales de nuestro camino de fe. Podemos sentir la tentación de mirar atrás y lamentar no haber aprovechado muchas oportunidades de crecimiento espiritual. O podemos estar impacientes por terminar esta peregrinación terrena y ocupar nuestro lugar con la Santísima Virgen María y todos los santos en el Cielo. El Santo Padre nos aconseja esperar a Dios con paciencia. En el Evangelio de la Presentación del Señor (Lc 2, 22-40) se nos dan los ejemplos de Ana y Simeón como garantía de que las promesas que Dios nos ha hecho se cumplirán.

El Papa Francisco identifica a continuación dos de los obstáculos que nos impiden a todos esperar pacientemente a Dios. Estos son, en primer lugar, “el descuido de la vida interior”, y en segundo lugar, “la adaptación a un estilo de vida mundano”.

Un corazón alegre se alimenta de la adoración. Proviene de lo que el Papa llama “el trabajo de las rodillas y del corazón” y de una oración intensa que lucha e intercede, capaz de despertar de nuevo nuestro anhelo de Dios, ese amor inicial, ese asombro que sentimos el primer día de nuestra vida como religiosos consagrados, como clérigos ordenados o como católicos bautizados cuya vocación es seguir a Jesús y proclamar su Buena Noticia a todos.

Continúe leyendo el último boletín del Cardenal Tobin.

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