Corresponsabilidad en la misión: Como compartir mejor los dones y las tareas al servicio del Evangelio

Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,

La “corresponsabilidad” es fundamental en la enseñanza de la Iglesia como fue reafirmado por el Concilio Vaticano II. Cada bautizado es responsable de llevar a cabo la misión confiada a los discípulos por nuestro Señor: “Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin de la historia”. (Mt 28,19-20).

Todos somos responsables de la misión de la Iglesia. Todos, sin excepción, tenemos un papel importante que desempeñar en la obra de evangelización. Cada uno, a su manera, estamos llamados a ser evangelizadores llenos del Espíritu, que proclamamos la alegría del Evangelio en lo que hacemos y decimos como discípulos misioneros de Jesucristo, nuestro Redentor. Ningún individuo puede llevar a cabo la obra de evangelización por sí solo. Como enseña el Papa Francisco en Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio), “Una evangelización llena de espíritu es aquella guiada por el Espíritu Santo, porque él es el alma de la Iglesia llamada a proclamar el Evangelio”. La actividad del Espíritu Santo es esencial. Si no estamos seguros de tenerla, la solución es rezar por ella.

Es cierto que hay funciones distintivas asignadas a los distintos miembros del único Cuerpo de Cristo. Como nos dice San Pablo (1 Cor 12, 4-11):

Hay diferentes dones espirituales, pero el Espíritu es el mismo; hay diversos ministerios, pero el Señor es el mismo; hay diversidad de obras, pero es el mismo Dios quien obra todo en todos. La manifestación del Espíritu que a cada uno se le da es para provecho común. A uno se le da, por el Espíritu, palabra de sabiduría; a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu; a otro, el don de la fe, por el Espíritu; a otro, el don de hacer curaciones, por el único Espíritu; a otro, poder de hacer milagros; a otro, profecía; a otro, reconocimiento de lo que viene del bueno o del mal espíritu; a otro, hablar en lenguas; a otro, interpretar lo que se dijo en lenguas. Y todo esto es obra del mismo y único Espíritu, que da a cada uno como quiere.

Todos somos miembros corresponsables del Cuerpo de Cristo, la Iglesia. Cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar, como nos recuerda Pablo (1 Co 12,28): “Dios ha querido que en la Iglesia haya, en primer lugar, apóstoles; en segundo lugar, profetas; en tercer lugar, maestros; luego personas que hacen milagros, y otras que curan enfermos, o que ayudan, o que dirigen, o que hablan en lenguas”.

Continúe leyendo el último boletín del Cardenal Joseph Tobin

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