El Sínodo examina la misión compartida de los católicos, pero también la exclusión de las mujeres
CIUDAD DEL VATICANO — La vida de las mujeres en la Iglesia Católica “está llena de cicatrices” y de experiencias alternas de ser alentadas o rechazadas, dijo el presidente de los superiores religiosos de América Latina a los miembros de la asamblea del Sínodo de los Obispos.
Pero la experiencia más evidente y definitoria, “ha sido el amor de Dios, un amor que permanece más allá del empeño de algunos por invisibilizar la presencia y el aporte de las mujeres en la construcción de la Iglesia”, dijo la hermana Liliana Franco Echeverri, miembro de la Compañía de María y presidenta de la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosos y Religiosas, o CLAR.
La hermana Echeverri se dirigió a la asamblea sinodal el 13 de octubre, cuando los participantes comenzaron a trabajar en la tercera sección, o módulo, del documento de trabajo: “Corresponsables en la misión”.
El documento de trabajo pedía a los miembros del sínodo que reflexionaran sobre: las formas de aumentar el sentido de responsabilidad por la misión entre todos los católicos; la relación entre liturgia y misión; la relación entre el ministerio ordenado y la dignidad de todos los bautizados; el reconocimiento y la promoción de la dignidad y los dones de las mujeres en la Iglesia; y su participación en el liderazgo y la toma de decisiones, incluida la investigación de la posibilidad de del acceso de las mujeres al diaconado.
El cardenal Jean-Claude Hollerich, relator general del sínodo, introdujo el trabajo subrayando cómo la misión de la Iglesia de proclamar el Evangelio está en el corazón de la vida de la Iglesia y, por tanto, de la preocupación del sínodo.
“Todos los bautizados están llamados y tienen derecho a participar en la misión de la Iglesia, todos tienen una contribución insustituible que hacer”, dijo.
Al abordar las discusiones, el cardenal Hollerich pidió a los participantes que reconocieran que “cada uno de nosotros es portador de un punto de vista que es esencial, pero para abordar los temas con eficacia, también estamos llamados a darnos cuenta de nuestra propia parcialidad”.
Por ejemplo, dijo, “la mayoría de nosotros somos hombres. Pero hombres y mujeres reciben el mismo bautismo y Espíritu. El bautismo de las mujeres no es inferior al de los hombres. ¿Cómo conseguir que las mujeres se sientan parte integrante de esta Iglesia misionera?”.
La madre benedictina Maria Ignazia Angelini, teóloga y asistente espiritual de los participantes en la asamblea, reflexionó sobre la interacción de Jesús con las mujeres, su inclusión entre los discípulos y su confianza en ellas para comunicar a los apóstoles que había resucitado de entre los muertos.
“El estilo de Jesús parece comprender que las mujeres son elementos dinámicos de la misión, como una presencia que, en pasajes críticos, perturbadores, inquietantes, siente el movimiento de la vida, teje relaciones nuevas e improbables, trae y disuelve conflictos con paciencia”, dijo. “No es una cuestión de derechos, sino de dones recibidos”.
La hermana Franco dijo a la asamblea que “al pensar en la misión de la mujer en la Iglesia, es importante mirar a Jesús, aprender de él. El Evangelio da cuenta de la disposición de Jesús a ver y escuchar a las mujeres, a levantarlas, a dignificarlas, a enviarlas”.
Para el Sínodo y la Iglesia, dijo, “la verdadera reforma viene del encuentro con Jesús, el eco de su palabra, el aprendizaje de sus actitudes y criterios, en la asimilación de su estilo”.
En la mayoría de las parroquias y diócesis del mundo, dijo la hermana Franco, “la Iglesia tiene rostro de mujer”, al menos cuando se mira a los que se reúnen para la Misa, se unen a los grupos parroquiales, enseñan religión y ayudan a los pobres.
“La Iglesia, que es madre y maestra, es también hermana y discípula; es femenina, pero esto no excluye a los hombres”, dijo la religiosa colombiana, antes de enumerar las cualidades gramaticalmente femeninas que debe tener la Iglesia: “la sabiduría, la bondad, la ternura, la fortaleza, la creatividad, la parresia y la capacidad de dar la vida y enfrentar las situaciones con osadía”.
“En el deseo e imperativo de una mayor presencia y participación de las mujeres en la Iglesia”, dijo la hermana Franco, “no hay ambición de poder ni sentimiento de inferioridad ni búsqueda egoísta de reconocimiento”.
Por el contrario, dijo, “hay un clamor por vivir en fidelidad al plan de Dios, que desea que dentro del pueblo con el que ha hecho alianza, todos sean reconocidos como hermanos y hermanas”.
El cardenal Joseph W. Tobin, de Newark, Nueva Jersey, dijo al Catholic News Service tras la sesión que el tema de la misión y el de la comunión de los días anteriores están inextricablemente unidos.
“Percibo en la sala una gran esperanza, y creo que es porque la gente reconoce la abundancia de dones que están presentes, así como el respeto mutuo y la libertad que se concede a cada delegado para hablar sobre los temas que tenemos ante nosotros”, dijo el cardenal.
Tras unos días de debate sobre lo que significa ser “una Iglesia sinodal”, dijo el cardenal Tobin, los participantes pasaron “a la experiencia y la realidad de la comunión: comunión con Cristo, crucificado y resucitado, pero también comunión con nuestros hermanos y hermanas que comparten la gran gracia del bautismo”, que otorga “una dignidad y una responsabilidad fundamentales a todos en la Iglesia”.
Al centrarse en la misión, dijo, la Iglesia sabe que puede y debe contar con “los dones de todos”.
Al hablar de la comunión, dijo el cardenal, los miembros preguntaron: “¿Quién no experimenta la comunión? ¿quién no se siente bienvenido?”.
Y al pasar a considerar la misión, dijo, tienen que preguntarse: “¿Quién no siente que los dones que se le han dado pueden ponerse a los pies de Cristo en la iglesia porque no se le quiere? ¿A quién no se le han reconocido todavía sus dones?”.
“Estamos intentando mirar con ojos humildes y con claridad los dones que se han dado a la Iglesia, porque la misión que tenemos de dar testimonio de Cristo hoy es muy importante”, dijo el cardenal Tobin.
Por Cindy Wooden, Catholic News Service.