Este es el logo oficial de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (Cortesía del Sínodo de los Obispos)

Todos estamos llamados a recorrer este camino sinodal

El próximo domingo, 17 de octubre, repicarán con alegría las campanas de la Catedral de Newark llamándonos a todos a la celebración de la Eucaristía presidida por nuestro Arzobispo, el Cardenal Joseph Tobin. En ella daremos comienzo a la etapa diocesana de este camino sinodal, iniciado en Roma el pasado fin de semana.

Los sínodos, en su versión moderna –porque tienen una larguísima historia– fueron instituidos al final del Concilio Vaticano II. Se trataba de reunir periódicamente a un grupo grande de obispos de todo el mundo durante unas semanas alrededor de un tema importante para aconsejar al Papa. Y, durante estos últimos cincuenta años, se han ido sucediendo de manera ordinaria o extraordinaria esos grandes eventos.

Pero, y aquí viene la novedad, este sínodo no se va a limitar a unas semanas, sino que será un proceso en el que la Iglesia entera estará en un clima de sinodalidad. Una palabra nueva para muchos y que hasta nos puede costar trabajo pronunciar, pero que el Papa Francisco quiere a toda costa que no solo sea parte de nuestro vocabulario, sino fundamental en el diario vivir de nuestra Iglesia. Quiere que seamos una Iglesia sinodal, es decir, una Iglesia en la que todos caminamos agarrados de la mano, guiados por el mismo Espíritu.

¿Y qué mejor forma de aprender algo que practicándolo? Así el Papa nos invita a todos a participar en un camino que durará dos años y que hará un recorrido desde los bancos de las iglesias parroquiales, las escuelas y universidades, las comunidades religiosas, todas las instituciones eclesiales hasta concluir en Roma en octubre del 2023. El tema: “Por una Iglesia sinodal, comunión, participación, misión”.

No se trata esta vez solo de una gran reunión en Roma, de la que de vez en cuando nos llegarían noticias, ni de un documento que sirva de inspiración para el futuro, sino que será un proceso en el que todos estaremos llamados a escuchar al Espíritu Santo y a escucharnos unos a otros. Un verdadero encuentro. Un proceso de discernimiento de nuestro tiempo “siendo solidarios con las fatigas y los deseos de la humanidad”, decía el Papa Francisco.

No hay un guion escrito que haya que aprender y recitar. Se trata de una consulta a todo el Pueblo de Dios hecha en comunión. “Las páginas están en blanco. A ustedes les toca llenarlas”, nos recordaban el sábado pasado.

¿Cómo será este camino? Después del anuncio hecho en Roma, todas las diócesis del mundo comenzarán su proceso diocesano este domingo, 17 de octubre. Cada una con sus circunstancias particulares. En nuestra Arquidiócesis de Newark nos preparamos con ilusión, conscientes de que será un momento de gracia para nuestra Iglesia diocesana. 

¿Quiénes pueden participar en este sínodo? ¿Es esto solo para el clero? No. Todos los bautizados estamos invitados. El Papa Francisco no ha cesado de insistir y de hacernos la llamada: “¡La participación de todos es un compromiso eclesial irrenunciable!”.

Vamos a comenzar, pues, un tiempo de oración y escucha. Un tiempo en el que todos –obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas y laicos–trataremos de dar respuesta a la pregunta fundamental: ¿Cómo estamos viviendo este “caminar juntos” en nuestra Arquidiócesis y qué pasos nos invita el Espíritu para crecer?

Como resultado de la consulta diocesana se escribirá un informe que recogerá nuestras voces. Pero lo más importante no será el responder a un cuestionario, sino el vivir la sinodalidad, experimentar como Iglesia el caminar con los otros. Cada uno con nuestro carisma y nuestra vocación, inspirados por el Espíritu Santo para el bien de la Iglesia. Enriqueciendo el magnífico mosaico que es el Pueblo de Dios.

“Todos estamos llamados a participar en la vida y misión de la Iglesia”, nos dice el Papa Francisco, quien nos invita a lo que es uno de sus temas favoritos: a que seamos una Iglesia en salida.  “El Espíritu nos pide que nos pongamos a la escucha de las preguntas, de los afanes, de las esperanzas de cada Iglesia, de cada pueblo y nación. Y también a la escucha del mundo, de los desafíos y los cambios que nos pone delante. No insonoricemos el corazón, no nos blindemos dentro de nuestras certezas. Escuchémonos”.

También nuestro Arzobispo, el Cardenal Tobin nos recordaba hace unos meses: 

“Los cristianos están llamados a seguir los pasos de Jesús, pero nunca hacemos esto solos. Somos compañeros de viaje, peregrinos, junto a otros y con Cristo mismo. Caminamos juntos en tiempos buenos y en tiempos difíciles, en días de tormenta y en días claros y soleados. Nos apoyamos y nos animamos unos a otros, especialmente cuando uno de nosotros tropieza y cae.”

Al comenzar este momento histórico me vienen a la mente los versos de aquel poeta andaluz, musicalizados más recientemente por otro cantautor y que hemos cantado tantas veces: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Eso haremos nosotros. Abriremos camino, pero no a ciegas, sino guiados por el Espíritu Santo y de la mano de nuestros hermanos.

A todos, pues, como en el Camino de Santiago, nos deseamos: “¡Buen camino!”

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